Asomarme y no ver más que una sala naranja,
lejana, irrompible, ajena a la irrespetuosidad de mis ojos.
En la noche, desde la esquina, veo que se mueven, qué harán,
es ya madrugada y aun hay vida más allá de mí mismo.
Dos brazos me rodean en un tímido abrazo,
y sigo mirando, desde tu ventana, a esa sala naranja,
a través de su ventana, desde donde tal vez, algún día,
nos miren a nosotros, y vean, con media sonrisa,
como desde atrás, me sigues abrazando.
Siempre me acuerdo de la noche que viniste a las 4 de la mañana a mi casa cuando leo esta entrada :)
ResponderEliminarTe quiero.