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domingo, 10 de julio de 2011

Rojo soledad


Abre la puerta del baño y allí dentro no había nadie, detrás de la cortina tampoco, como tampoco había nadie dentro del armario donde guardaba la poquísima ropa que se había llevado.
El ambiente empezaba a ser asfixiante, pero él seguía buscando de una forma un tanto maniática. En la pequeña cocina que había al lado de su habitación no había nadie, de todos modos, ya había mirado hacía 10 minutos cuando el incendio había empezado y no la había visto allí.
Ya mareado se fue hasta su habitación, abrió la puerta con fuerza y encontró a su cama y su escritorio ya comidos por las llamas. Tosió, le dolía el pecho y ya le costaba un gran esfuerzo respirar.
Volvió al baño y allí seguía sin estar, no había rastro de ella tampoco en la cocina, lugar que por cuarta vez había inspeccionado. No se quería ir de ese piso sin alguien a quien querer. Fue hasta su habitación otra vez y un pedazo de cortina le quemó el brazo, causándole un dolor casi insoportable que hizo que corriera hasta la puerta del piso. La abrió y se quedó clavado en el umbral, pensativo, hasta que cerró la puerta y volvió a su habitación a buscarla, entrando justo en el momento en el que los escombros empezaban a derrumbarse por todo el piso.
El edificio era viejo y tenía 3 plantas, el vivía en la segunda y tenía la impresión de que el piso de arriba tenía que estar realmente derruido ya, pero eso no le importaba. No dejaba de dar vueltas, de ir al baño, a la cocina, a su habitación y de abrir el armario, pero allí no había nadie.
Por última vez se dirigió a la puerta, por última vez la abrió, y por última vez dio media vuelta.

2 comentarios:

  1. Y en esa última vez, la encontró. Estará bien acompañado por la muerte, al fin y al cabo, es la única compañera eterna...
    ¿Te molesta si me atrevo a pedirte un 'Azul compañía'? -

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  2. "No se quería ir de ese piso sin alguien a quien querer"


    Me la quedo. Gracias =)

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