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sábado, 21 de marzo de 2015

Prisma

Lo miraba todo con los ojos equivocados. Y es que en todas las noches de mi vida fue la luna la que me mostró el mundo, siempre pálido, inerte, monótono. 
 
Sin embargo, la vez en la que a la sombra de la noche te distinguí por primera vez, un torrente de colores y energía comenzó a brotar por la ciudad. El río, verde esmeralda, se agitó como nunca. Los árboles amarillos crecieron más alto. Miré al cielo y estaba azul, las estrellas rojas. 
 
Comprendí en ese momento que la luna había que mirarla a la luz de tu cuerpo.

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