Desde pequeña le
aterrorizaba la posibilidad de que la enterrasen viva, así que
decidió vivir en las alturas. En un bosque cercano se hizo una casa
en un árbol. Un día descubrió que tenía un vecino con el mismo
miedo y la misma decisión de vivir en el aire. Se mudaron juntos a
una casa más grande en un árbol más alto y prometieron no
enterrarse vivos bajo ninguna circunstancia. Quisieron casarse pero
todos los curas eran demasiado viejos como para subir al árbol y
ellos no podían bajar, así que nunca lo hicieron oficial.
Con ochenta años
decidieron poner fin a sus vidas para asegurarse de que su temor no
se hacía realidad. Se tomaron el veneno y con una sonrisa y cogidos
de la mano se despidieron del mundo. Las familias recibieron las
notas de suicidio y procedieron a enterrar los cuerpos.
Cuando abrió los
ojos, todo era oscuridad y en la caja no quedaba mucho oxígeno.
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