Los gallegos siempre, siempre, a lo
largo de los años, fuimos un pueblo cerrado, acomplejado, frío. No
demostramos nunca los sentimientos, nos guardamos todo para nosotros,
con pequeñas excepciones como nuestra venerada Rosalía de Castro.
Durante años, lustros, o tal vez siglos los gallegos estuvimos
encerrados siempre en casa, al resguardo del fuego que nos calentaba
mientras por la ventana veíamos como los infinitos verdes campos se
empapaban con la lluvia que nunca se cansa de acompañarnos.
Pero de repente, un 15 de mayo salimos
a la calle todos, como el despertar de un pueblo que ya no quería
ser el agente pasivo que recibe la opresión. Rosalía hablaba del
maltrato que se nos daba a los gallegos, durante años y años, que
nos llevó a acomplejarnos y siempre creernos inferiores.
Desde una plaza del centro de Madrid,
una noche de Mayo, salió el calor que por fin, tras tanto tiempo,
consiguió derretir la coraza de hielo que nos separaba a unos de
otros y a todos del poder. Al día siguiente se volvió a salir a la
calle, se llenaron las plazas como nunca se habían llenado y todos
nos mirábamos sorprendidos, contentos, pero sobre todo, orgullosos,
orgullosos de haber salido del cálido hogar a la calle, a decir
basta por un sistema que nos quita todo. Orgullosos, por fin, de ser
gallegos, orgullosos de poder salir a luchar contra la indiferencia,
que es la que siempre nos hace pequeños.
Pasamos noches en las plazas gallegas,
noches frías, muchas lluviosas, pero la llama de Sol desde Madrid
siempre nos mantuvo calientes.
Desde el 15 de mayo de 2011, los
gallegos somos un poco más grandes.
;)
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